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CAPÍTULO 7

Las prácticas vitícolas: Fertilización, riego y gestión de la vegetación

La vid tiene unas necesidades nutritivas e hídricas mínimas que, si no se cubren, acarrearán consecuencias desastrosas para los viticultores. Por eso, un viñedo abandonado tardará pocos años en dejar de producir una uva equilibrada y frondosa. ¿Sobrevivirá? Seguramente, pero la calidad y la cantidad de la cosecha mermarán.

El control y la gestión del buen desarrollo de la vid se lleva a cabo a través de las conocidas «prácticas vitícolas»; algunas son tan antiguas como el abonado orgánico, otras tan modernas como la fertirrigación. En ocasiones, como en el caso de la poda, se han necesitado siglos de práctica empírica (prueba-error) para su máxima optimización y perfeccionamiento.

Todas ellas se describen en este capítulo que, además, presenta una visión actual sobre el riego: una práctica vitícola prohibida durante años y estigmatizada en el Viejo Mundo y que, sin embargo, en la actualidad se utiliza en determinados casos con conocimiento y precisión, en busca de la máxima calidad.

El capítulo termina con dos apartados innovadores desde el punto de vista del sumiller, con demasiada frecuencia ajeno a este tipo de cuestiones que no debería ignorar. Por una parte, una clasificación general de los principales sistemas de conducción de la vid. Por otra, una interpretación sobre los modernos índices de calidad que relacionan la superficie vegetativa y la carga de fruta. Información desarrollada, ni más ni menos, por expertos de tanto peso y con tanto conocimiento como Richard Smart o Fernando Martínez de Toda.