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CAPÍTULO 12

CÓMO FUNCIONA EL SISTEMA SOMATOSENSORIAL. TACTO, DOLOR, EQUILIBRIO, CINESTESIA Y RECEPTORES QUÍMICOS

En el lenguaje del vino nos solemos referir al tacto como el sentido por el cual se percibe la textura. Lamentablemente, se trata de una simplificación muy alejada de lo que la realidad científica maneja. El tacto no es más que un conjunto de estímulos a los que se deben sumar otros. No es un capricho: todos estos estímulos sensoriales se perciben en órganos sensoriales compartidos y generan sensaciones que resultan de una mezcla de estos estímulos. Las percepciones son una suma integrada de todos ellos. Explicado de manera más simple, son estímulos completamente inseparables y por ello son percepciones complicadas de describir. Son demasiado complejas, demasiado ricas, demasiado todo. Para los filósofos griegos este era el sentido menos importante y a la vez el más importante: el que era obligatorio tener para poder ser considerado animal y no vegetal o ser inanimado. Pensémoslo, podemos vivir siendo ciegos, pero ¿Podemos vivir sin el sistema somatosensorial? Si entendemos el tacto como el sentido háptico, temperatura, dolor, cinestesia y receptores químicos trabajan en conjunto para crear la percepción de peso, viscosidad, astringencia, temperatura y cuerpo del vino. La boca es el espacio donde mayor responsabilidad tiene este sistema, pero no el único, porque disponemos de órganos somatosensoriales en muchas y diversas partes del cuerpo. De hecho, también se encuentran en la nariz y contribuyen a enriquecer de matices las percepciones olfativas. En este capítulo, complejo e ilustrativo, partiremos de los órganos sensoriales para llegar a la corteza somatosensorial a través de los distintos nervios que transmiten estas sensaciones. Y clasificaremos y ordenaremos todos estos estímulos de manera exhaustiva para, de una vez por todas, dejar de hablar solo de tacto.